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> ADIÓS, VOLCÁN / GOODBYE, VOLCANO
Adiós, volcán
Durante veinte años la busqué en sus escenarios habituales y desde que la encontré en el diminuto backstage de la madrileña Sala Caracol llevo otros veinte años despidiéndome de ella, hasta esta larguísima despedida, bajo el sol abrasivo del agosto madrileño.
Chavela Vargas hizo del abandono y la desolación una catedral en la que cabíamos todos y de la que se salía reconciliado con los propios errores, y dispuesto a seguir cometiéndolos, a intentarlo de nuevo.
El gran escritor Carlos Monsiváis dijo “Chavela Vargas ha sabido expresar la desolación de las rancheras con la radical desnudez del blues”. Según el mismo escritor, al prescindir del mariachi Chavela eliminó el carácter festivo de las rancheras, mostrando en toda su desnudez el dolor y la derrota de sus letras. En el caso de “Piensa en mí”, (eso lo digo yo) una especie de danzón de Agustín Lara, Chavela cambió hasta tal punto el compás original que de una canción pizpireta y bailable se convirtió en un fado o una nana dolorida.
Ningún ser vivo cantó con el debido desgarro al genial José Alfredo Jiménez como lo hizo Chavela. “Y si quieren saber de mi pasado, es preciso decir otra mentira. Les diré que llegué de un mundo raro, que no sé del dolor, que triunfé en el amor y que nunca (YO NUNCA, cantaba ella) he llorado”. Chavela creó con el énfasis de los finales de sus canciones un nuevo género que debería llevar su nombre. Las canciones de José Alfredo nacen en los márgenes de la sociedad y hablan de derrotas y abandonos, Chavela añadía una amargura irónica que se sobreponía a la hipocresía del mundo que le había tocado vivir y al que le cantó siempre desafiante. Se regodeaba en los finales, convertía el lamento en himno, te escupía el final a la cara. Como espectador era una experiencia que me desbordaba, uno no está acostrumbrado a que te pongan un espejo tan cerca de los ojos, el desgarro con tirón final, literalmente me desgarraba. No exagero. Supongo que habrá alguien por ahí que le pasara lo mismo que a mí.
En su segunda vida, cuando ya tenía más de setenta años, el tiempo y Chavela caminaron de la mano, en España encontró una complicidad que Méjico le negó. Y en el seno de esta complicidad Chavela alcanzó una plenitud serena, sus canciones ganaron en dulzura, y desarrolló todo el amor que también anidaba en su repertorio. “Oye, quiero la estrella de eterno fulgor, quiero la copa más fina de cristal para brindar la noche de mi amor. Quiero la alegría de un barco volviendo, y mil campanas de gloria tañendo para brindar la noche de mi amor.” A lo largo de los años noventa y parte de este siglo, Chavela vivió esta noche de amor, eterna y feliz con nuestro país, y como cada espectador, siento que esa noche de amor la vivió exclusivamente conmigo. Chavela te cantaba solo a ti, al oído, y cuando el torrente de su voz fue menos potente, (no hablo de declive, ella no lo conoció, hizo y cantó lo que quiso y como quiso) Chavela se volvió más íntima. Las mejores versiones de “La llorona” las interpretó en sus últimos conciertos. Abordaba la canción con un murmullo, y en ese tono continuaba, recitando palabra por palabra, hasta llegar al épico final. Cantar lo que se dice cantar solo cantaba la última estrofa, de un modo ascendente hasta gritar su última y breve palabra. “Si como te quiero quieres llorona, quieres que te quiera más. Si ya te he dado la vida, llorona, qué más quieres. ¡Quieres MÁS!. Estremecía escuchar la palabra “más” gritada por Chavela.
La presenté en decenas de ciudades, recuerdo cada una de ellas, los minutos previos al concierto en los camerinos, ella había dejado el alcohol y yo el tabaco y en esos instantes éramos como dos síndromes de abstinencia juntos, ella me comentaba lo bien que le vendría una copita de tequila, para calentar la voz, y yo le decía que me comería un paquete de cigarrillos para combatir la ansiedad, y acabábamos riéndonos, cogidos de la mano, besándonos. Nos hemos besado mucho, conozco muy bien su piel.
Los años de apoteosis española hicieron posible que Chavela debutara en el Olympia de París, una gesta que solo había conseguido la gran Lola Beltrán antes que ella. En el patio de butacas tenía a mi lado a Jeanne Moreau, a veces le traducía alguna estrofa de la canción hasta que Moreau me murmuró “no hace falta, Pedro, la entiendo perfectamente” y no porque supiera español.
Y con su deslumbrante actuación en el Olympia parisino consiguió, por fin, abrir las puertas que más férreamente se le habían cerrado, las del Teatro Bellas Artes de Méjico DF, otro de sus sueños. Antes de la presentación en París un periodista mejicano me agradeció mi generosidad con Chavela. Yo le respondí que lo mío no era generosidad, sino egoísmo, recibía mucho más que daba. También le dije que aunque no creía en la generosidad sí creía en la mezquindad, y me refería justamente al país de cuya cultura Chavela era la embajadora más ardiente. Es cierto que desde que empezara a cantar en los años cincuenta en pequeños antros (¡lo que hubiera dado por conocer El Alacrán, donde debutó con la bailarina exótica Tongolele!) Chavela Vargas fue una diosa, pero una diosa marginal. Me contó que nunca se le permitió cantar en televisión o en un teatro. Después del Olympia su situación cambió radicalmente. Aquella noche, la del Bellas Artes del D.F., también tuve el privilegio de presentarla, Chavela había alcanzado otro de sus sueños y fuimos a celebrarlo y a compartirlo con la persona que más lo merecía, José Alfredo Jiménez, en el bar Tenampa de la Plaza de Garibaldi. Sentados debajo de uno de los murales dedicados al inconmensurable José Alfredo bebimos y cantamos hasta el amanecer (ella no, solo bebió agua aunque al día siguiente los diarios locales titulaban en su portada “Chavela vuelve al trago”). Cantamos hasta el delirio todos los que tuvimos la suerte de acompañarla esa noche, pero sobre todo cantó Chavela, con uno de los mariachis que alquilamos para la ocasión. Era la primera vez que la escuchábamos acompañada por la formación original y típica de las rancheras. Y fue un milagro, de los tantos que he vivido a su lado.
En su última visita a Madrid, en una comida íntima con Elena Benarroch, Mariana Gyalui y Fernando Iglesias, tres días antes de su presentación en la Residencia de Estudiantes, Elena le preguntó si nunca olvidaba las letras de sus canciones . Chavela le respondió: “a veces, pero siempre acabo donde debo”. Me tatuaría esa frase en su honor. ¡Cuántas veces la he visto terminar donde debe!. Aquella noche en el indescriptible bar Tenampa, Chavela terminó la noche donde debía, bajo la efigie de su querido compañero de farras José Alfredo, y acompañada de un mariachi. Las canciones que ella desagarró en el pasado, acompañada por dos guitarras, volvieron a sonar lúdicas y festivas, donde y como debía ser. “El último trago” fue aquella noche un delicioso himno a la alegría de haberse bebido todo, de haber amado sin freno y de seguir viva para cantarlo. El abandono se convertía en fiesta.
Hace cuatro años fui a conocer el lugar de Tepoztlán donde vivía, frente a un cerro de nombre impronunciable, el cerro de Chalchitépetl. En esos valles y cerros se rodó “Los siete magníficos”, que a su vez era la versión americana de “Los siete samuráis” de Kurosawa. Chavela me cuenta que la leyenda dice que el cerro abrirá sus puertas cuando llegue el próximo Apocalipsis y solo se salvarán los que acierten a entrar en su seno. Me señaló el lugar concreto de la ladera del cerro donde parecían estar dibujadas dichas puertas.
Circulan muchas leyendas, orgánicas, espirituales, vegetales, siderales, en esta zona de Morelos. Además de los cerros, con más roca que tierra, Chavela también convive con un volcán de nombre rotundo, Popocatépetl. Un volcán vivo, con un pasado de amante humano, rendido ante el cuerpo sin vida de su amada. Tomo nota de los nombres en el mismo momento en que salen de los labios de Chavela y le confieso mis dificultades para la pronunciación de las “ptl” finales. Me comenta que durante una época las mujeres tenían prohibido pronunciar estas letras. ¿Por qué? Por el mero hecho de ser mujeres, me responde. Una de las formas más irracionales (todas lo son) de machismo, en un país que no se avergüenza de ello.
En aquella visita también me dijo “estoy tranquila”, y me lo volvió a repetir en Madrid, en sus labios la palabra tranquila cobra todo su significado, está serena, sin miedo, sin angustias, sin expectativas (o con todas, pero eso no se puede explicar), tranquila. También me dijo “una noche me detendré”, y la palabra “detendré” cayó con peso y a la vez ligera, definitiva y a la vez casual. “Poco a poco”, continuó, “sola, y lo disfrutaré”. Eso dijo.
Adiós Chavela, adiós volcán.
Tu esposo, en este mundo, como te gustaba llamarme,
Pedro Almodóvar
5 de Agosto de 2012
Goodbye, volcano
For twenty years I looked for her on her usual stages and, ever since I found her in the tiny backstage of the Sala Caracol in Madrid, I’ve been saying goodbye to her for another twenty years, until this very long farewell, under Madrid’s abrasive August sun.
Chavela Vargas turn abandonment and grief into a cathedral in which there was room for everyone and from which you emerged reconciled with your own mistakes, and willing to continue committing them, to try again.
The great writer Carlos Monsiváis said: “Chavela Vargas knew how to express the grief of the rancheras with the radical nakedness of the blues”. According to the same writer, by doing without the mariachi, Chavela eliminated the festive nature of the rancheras, showing in all its rawness the pain and defeat of their words. In the case of “Piensa en mí” (and this is what I say), a kind of danzón by Agustín Lara, Chavela changed the original beat to such an extent that it was transformed from a vivacious song you could dance to into a fado or an aching lullaby.
No living being sang the songs by the brilliant José Alfredo Jiménez with the necessary ferocity like Chavela did. “And if they want to know about my past, I’ll have to tell another lie. I’ll tell them that I came from a strange world, that I don’t know what pain is, that I triumphed in love and that NEVER (I NEVER, she used to sing) HAVE I CRIED”. With the emphasis at the end of her songs, Chavela created a new genre that should bear her name. José Alfredo’s songs were born on the fringes of society and they speak of suffering and abandonment, Chavela added an ironic bitterness that was superimposed on the hypocrisy of the world in which she had lived and to which she always sang defiantly. She took delight in the endings, she transformed the lament into a hymn, she spat the ending into your face. As a spectator, it was an experience that overwhelmed me, one is not used to having a mirror held so close to one’s eyes, the heart rending tone with the final tug literally rent my heart. I’m not exaggerating. I guess there must be someone else out there who went through the same thing as I did.
In her second life, when she was over seventy, time and Chavela walked hand in hand. In Spain she found a support that Mexico denied her. And in the bosom of that support, Chavela achieved a serene plenitude, her songs gained in sweetness, and she developed all the love that also dwelled in her repertoire. “Listen, I want the star that shines eternally, I want the glass of finest crystal to celebrate the night of my love. I want the joy of a returning boat, and a thousand bells of glory pealing to celebrate the night of my love.” Throughout the 90s and part of this century, Chavela lived that night of love, eternal and happy, with our country and, like each spectator, I feel that she lived that night of love exclusively with me. Chavela sang only to you, in your ear, and when the torrent of her voice was less powerful (I’m not talking about a decline, she never experienced that, she did and she sang what she wanted and how she wanted), Chavela became more intimate. She sang the best versions of “La Llorona” [“The Weeping Woman”] in her last concerts. She approached the song in a murmur, and she continued in that tone, reciting word for word, until she reached the epic ending. As far as singing goes, she only sang the last verse, in a rising tone, until she shouted its last, brief word. “Knowing how I love you, weeping woman, you want me to love you more. If I’ve already given you my life, weeping woman, what more do you want? You want MORE!” It made you shudder to hear the word “more” shouted by Chavela.
I introduced her in dozens of cities, I remember each one of them, the minutes prior to the concert in the dressing rooms, she had given up alcohol and I cigarettes, and in those moments we were like two sets of withdrawal symptoms combined. She’d tell me how much good a glass of tequila would do her, to warm her voice, and I’d tell her that I’d eat a pack of cigarettes to deal with my anxiety, and we’d end up laughing, holding hands, kissing. We kissed a lot, I know her skin very well.
The years of Spanish apotheosis made it possible for Chavela to make her debut in the Olympia in Paris, a feat that only the great Lola Beltrán had achieved before her. In the stalls, I was sitting beside Jeanne Moreau. I translated the occasional verse of a song for her until Moreau murmured to me “It’s not necessary, Pedro, I understand her perfectly”, and not because she spoke Spanish.
And with her dazzling performance in the Parisian Olympia, she managed, finally, to open the doors that had been most firmly closed to her, those of the Teatro Bellas Artes in Mexico City, another of her dreams. Before I did the introduction in Paris, a Mexican journalist thanked me for my generosity with Chavela. I told him that it wasn’t generosity, it was selfishness. I was receiving much more than I was giving. I also told him that, even though I didn’t believe in generosity, I did believe in meanness, and I was referring precisely to the country of whose culture Chavela was the most ardent ambassadress. It’s true that even when she started singing in the 50s in seedy little bars (what I would have given to have known El Alacrán, where she made her debut with the exotic dancer Tongolele!), Chavela Vargas was a goddess, but a marginalized goddess. She told me that she was never allowed to sing on television or in a theater. After the Olympia, her situation changed radically. That night, in the Bellas Artes in Mexico City, I again had the privilege of introducing her. Chavaela had realized another of her dreams and we went to celebrate it and to share it with the person who most deserved it, José Alfredo Jiménez, in the Tenampa bar in the Plaza de Garibaldi. Sitting under one of the murals dedicated to the great José Alfredo, we drank and sang till dawn (she didn’t, she only drank water, although the next day the headlines in the local papers said “Chavela drinking again”). All of us who were lucky enough to accompany her that night sang like crazy, but above all Chavela sang, with the mariachis we hired for the occasion. It was the first time we heard her accompanied by the original, traditional backing for rancheras. And it was a miracle, one of the many I have experienced at her side.
On her last visit to Madrid, at a private lunch with Elena Benarroch, Mariana Gyalui and Fernando Iglesias, three days before her presentation in the Residencia de Estudiantes, Elena asked her if she ever forgot the words of her songs. Chavela answered her: “At times, but I always finish where I should”. I’d tattoo myself with that phrase in her honor. I’ve seen her finish so many times where she should! That night, in the indescribable Tenampa bar, Chavela finished the night where she should, under the effigy of her beloved fellow party goer José Alfredo, and accompanied by the mariachis. The songs that she’d sung with such ferocity in the past, accompanied by two guitars, once again sounded playful and festive, where and how she should have been. That night, “El ultimo trago” [The Last Drink”] was a delicious hymn to the joy of having drunk everything, of having loved in excess, and of being alive to sing about it. Abandonment became a celebration.
Four years ago I went to visit the place in Tepoztlán where she lived, in front of a hill with an unpronounceable name, Chalchitépetl Hill. “The Magnificent Seven”, the American version of Kurosawa’s “The Seven Samurai”, was shot in those valleys and hills. Chavela told me that legend says that the hill will open its doors when the next Apocalypse comes and only those who manage to get inside will be saved. She showed me the specific place on the side of the hill where those doors seemed to be drawn.
There are lots of legends, organic, spiritual, vegetable, sidereal, circulating in this area of Morelos. As well as the hills, with more rock than earth, Chavela also coexists with a volcano with a resounding name, Popocatépetl. A live volcano, with the past of a human lover, lying in devotion before the lifeless body of his beloved. I took note of the names as they were falling from Chavela’s lips and I confessed my difficulties in pronouncing the final “ptl”. She told me that for a time women were forbidden to pronounce those letters. Why? “For the mere fact of being women”, she answered. One of the most irrational (they all are) forms of machismo, in a country that isn’t ashamed of it.
On that visit, she also said to me: “I’m at peace”, and she said it again in Madrid. On her lips the words “at peace” take on all their meaning, to be serene, without fear, without anguish, without expectations (or with all of them, but that can’t be explained), at peace. She also told me: “One night, I’ll stop”, and the words “I’ll stop” were both weighty and light, both definitive and casual. “Gradually”, she continued, “alone, and I’ll enjoy it”. That’s what she said.
Good bye Chavela, goodbye Volcano.
Your husband, in this world, as you liked to call me,
Pedro Almodóvar
August 5th 2012
> AUTOENTREVISTA PREMATURA Y UNA PROMESA
P- ¿Qué adjetivo le gustaría que el público adjudicara a su película?
R- Tronchante.
P- ¿Qué adjetivo le preocuparía?
R- Telúrica.
P- ¿Con cuál se conformaría?
R- Amena, entretenida.
P- ¿Qué adjetivo le dejaría indiferente?
R- Almodovariana.
P- ¿Cuál le inquietaría seriamente?
R- Se hace larga.
P- ¿Y cuál le inquietaría más seriamente todavía?
R- No sería un adjetivo sino una frase, un concepto, un argumento desarrollado que significara más o menos “se repite sin gracia, todo parece indicar que lo mejor de Almodóvar pertenece al pasado. Ahórrense el esfuerzo de piratearla”.
P-¿Qué comentario encontrará tremendamente injusto?
R- Los actores están fatal.
P- ¿Festivales a la vista?
R- No, gracias.
P- ¿Qué es más difícil el drama o la comedia?
R- Ambos géneros lo son por igual.
P- ¿Qué expresiones de las habituales no se oyen en esta película?
R- “Con la que está cayendo”, “situación complicada”, “crisis económica”, “prima de riesgo”, “te has pasado siete pueblos” (ni nada parecido, odio esta expresión), “hacer los deberes”, “la herencia del pasado”…
P- ¿Qué personajes de la actualidad no se nombran?
R- Angela Merkel, Rajoy, Cospedal (y eso que me une a ella el pertenecer a la Asociación Nacional de la Mantilla, en serio), Zapatero… y muchos más.
P-¿Sobre qué personaje real español le gustaría hacer una película?
R- Sobre la monja María Gómez Valbuena, la supuesta ladrona de niños. Sobre el juez Carlos Dívar, y la judicatura, en general. También creo que Encarna Sánchez merece una película, a mí me encantaría hacerla, pero no la haré.
P- Mójese, ¿cuál es el personaje actual español que más odia?
R- Odio la expresión “mójese”.
P- Su película transcurre básicamente a diez mil metros de altura, ¿qué se ve desde allí?
R- Nubes básicamente. Cuando amenaza con aparecer un pico de realidad, la famosa prima, la cifra de parados, la aprobación de la subida del IVA, los gritos de todo el género femenino contra el ministro Gallardón, yo pongo digitalmente un grupo de nubes flamígeras, las nubes lo tapan todo. Deliberadamente he huido de la realidad, es todo ficción.
P- ¿No cree que esta entrevista resulta un poco gratuita, teniendo en cuenta que solo está en la cuarta semana de rodaje?
R- Es prematura, por eso el título, pero no gratuita. Aunque es cierto que con el tipo de promociones que se hacen ahora no hace falta hacer entrevistas hasta el mismo mes del estreno. Toda información actual se devora al instante, todo es muy efímero, excepto el silencio.
P- ¿Qué piensa encontrar la próxima primavera, cuando estrene su película?
R- Me da miedo pensar en el 2013.
P- ¿Supersticioso?
R- ¡No! El 13 siempre me trajo buena suerte. Los que saben de esto aseguran que el próximo año será todavía peor que éste, a no ser que se reconsidere la actual situación desde otra perspectiva. Pero creo que esta autoentrevista se me está yendo de las manos.
P- ¿Es eso posible?
R- Por supuesto.
P- Para el estreno de “Los amantes pasajeros”, ¿dará entrevistas, o seguirá autoentrevistándose?
R- Haré de todo, supongo. Reconozco que la autoentrevista siempre me ahorra tiempo.
P- Y preguntas.
R- Yo hablo de todo menos de quién se acuesta conmigo. Te voy a hacer una promesa (aunque yo no soy hombre de hacer promesas y mucho menos de cumplirlas) si nuestro presidente de gobierno, sea quien sea en la próxima primavera, concede entrevistas a todos los medios y contesta a todo tipo de preguntas yo haré lo mismo, en caso contrario expenderé comunicados en las redes sociales y me autoentrevistaré, sin ocultar nada, eso sí.
P- Amén.
Pedro Almodóvar
31 de julio de 2012
Q- What adjective would you like the public to apply to your film?
A- Hilarious.
Q- What adjective would worry you?
A- Telluric.
Q- Which would you settle for?
A- Enjoyable, entertaining.
Q- What adjective would leave you indifferent?
A- Almodovarian.
Q- Which would seriously worry you?
A- It feels long.
Q- And which would make you even more seriously worried?
A- It wouldn’t be an adjective, it would be a sentence, a concept, a developed argument that meant more or less “he’s repeating himself in an unfunny way, everything seems to show that the best of Almodóvar is in the past. Save yourself the trouble of download it illegally”.
Q- What comment will you find tremendously unfair?
A- The actors are terrible.
Q- Festivals on the horizon?
A- No, thank you.
Q- Which is harder, drama or comedy?
A- Both genres are equally hard.
Q- Which of the usual expressions are not heard in this film?
A- “In the present situation”, “complicated situation”, “financial crisis”, “risk premium”, “you’ve gone way over the line” (or anything like it, I hate this expression), “do one’s homework”, “legacy of the past”…
Q- What present day figures aren’t mentioned?
A- Angela Merkel, Mariano Rajoy, María Dolores de Cospedal (even though we’re linked by the fact we both belong to the National Mantilla Association, seriously), José Luis Rodríguez Zapatero… and many more.
Q- About what real life Spanish character would you like to make a film?
A- The nun María Gómez Valbuena, the supposed baby stealer. The judge Carlos Dívar, and the judiciary in general. I also think Encarna Sánchez deserves a film, I’d love to make it, but I won’t.
Q- Stick your neck out, which present day Spanish figure do you hate most?
A- I hate the expression “stick your neck out”.
Q- Your film takes place, basically, at a height of 10,000 meters. What can you see from there?
A- Clouds, basically. When a touch of reality threatens to appear, the famous premium, the unemployment figures, the approval of the VAT increase, the shouts of the entire female gender against the Minister of Justice Gallardón, I digitally insert a group of blazing clouds, clouds cover everything. I’ve deliberately fled from reality, it’s all fiction.
Q- Don’t you think this interview is a little gratuitous, bearing in mind that you’re only in the fourth week of shooting?
A- It’s premature, hence the title, but not gratuitous. Although it’s true that, with the kind of promotions being done today, you don’t need to do interviews until the month the film opens. All current information is instantly devoured, everything is very ephemeral, except silence.
Q- What do you think you’ll find next spring, when you open your film?
A- I’m scared to think about 2013.
Q- Superstitious?
A- No! Thirteen has always brought me good luck. People in the know say next year will be even worse than this one unless the present situation is reconsidered from another perspective. But I think that this self-interview is getting out of my control.
Q- Is that possible?
A- Of course.
Q- For the opening of “I’m So Excited”, will you give interviews or will you carry on interviewing yourself?
A- I’ll do everything, I guess. I admit that the self-interview always saves me time.
Q- And questions.
A- I talk about everything except who sleeps with me. I’ll make you a promise (although I’m not a man to make promises, much less to keep them). If our president of the government, whoever that may be next spring, gives interviews to all the media and answers all kinds of questions, I’ll do the same. Otherwise, I’ll issue press releases on the social networks and I’ll interview myself, but without hiding anything.
Q- Amen.
Pedro Almodóvar
31st July 2012
> PARTE METEOROLÓGICO DEL RODAJE DE LOS AMANTES PASAJEROS
Alcanzamos la tercera semana sin bajas. Mucho calor, más que en Madrid, dentro del avión, con los focos a punto, alcanzamos los 50 grados. Disponemos de una gran nave para rodar, pero el interior del avión donde transcurre la acción se nos queda chiquito, la grúa prácticamente no cabe y Alcaine se las ve y se las desea para encontrar lugares donde esconder la luz. Los chicos, actores y actrices, no parecen sentir ninguna incomodidad (y las sufren, seguro) pero tienen un entusiasmo increíble. Les apasiona rodar juntos. Lo disfrutan muchísimo. Ya tenemos algunos momentos memorables y eso nos estimula mucho. A pesar de todo, yo sigo cagado. No veo a nadie fuera del rodaje, no salgo el fin de semana, no voy al cine, ni al teatro, apenas oigo música (recomiendo ELECTRIC GUEST –“Mondo” y de LOWER DENS “Nootropics”), no hablo por teléfono, voy a ver a Chavela los sábados, el resto del fin de semana lo paso con mi gato e inclinado sobre el guión para anticiparme a todo lo que queda. Reconozco que éste es mi estado ideal, vivir dentro de los estrechos confines de un rodaje. Sabemos que fuera hay clamor, que la situación es pavorosa. Pero en el plató es el único lugar donde no se siente la vertiginosa ascensión de la prima de riesgo. Solo leo los titulares de los periódicos, de camino al estudio. Un día de estos tomaré conciencia (ya la he tomado, pero la inercia del rodaje lo aplasta todo) y desde aquí diré lo que pienso de este gobierno brutal.
Pedro Almodóvar
24 de julio de 2012
> EMPEZAMOS
Tres días antes de empezar el rodaje me he quedado sin voz (supongo que por tener que hablar tanto y por los malditos aires acondicionados). Siempre me pasa algo la semana antes, eso significa que estamos preparados para empezar a rodar.
Excepto comer con Chavela Vargas (una emoción siempre infinita), los últimos tres días los he pasado en un silencio conventual, como diría ella. Dirigir una película es hablar durante toda la jornada, con todo el mundo y generalmente con varias personas a la vez. Ser director consiste en responder cada día a cientos de preguntas, tanto si sabes la respuesta como si no, el equipo necesita que le respondas para poder funcionar, aunque te equivoques.
“Los amantes pasajeros” cuenta la historia de un grupo de personas atrapado en un único decorado, y desconectado del exterior. La escritura del guión empezó como un capricho cómico y ha acabado como una comedia coral, moral, oral e irreal, o irrealista. He tratado de dejar la realidad a un lado, aunque a veces la realidad se cuela sin que te des cuenta. No he tenido ninguna referencia cinematográfica consciente durante su gestación, está más presente el teatro, incluso la televisión, y mi claustrofobia, que el cine. Soy de ese tipo de directores a los que les influye la televisión aunque no la vea. Me horroriza y a la vez me fascina la nueva narración televisiva.
En cualquier caso, la palabra es la gran protagonista. Siempre he confesado que mi vocación era convertirme en un gran novelista, mientras esperaba y me ejercitaba para cuando llegara ese momento he escrito un montón de guiones, pero con el tiempo no me he convertido en un gran novelista, ni siquiera en un novelista, supongo que en los últimos guiones es dónde más se percibe la nostalgia de la narración novelesca, pero escribí “Los amantes pasajeros” desde otra nostalgia, la del teatro. Mis películas le deben mucho al teatro, están llenas de escenas de dos, a veces de indisimulados monólogos. En esta hay más personajes de lo habitual pero menos espacios que nunca.
Se han hecho varias películas sobre un grupo atrapado, que no puede salir de donde está, (y la televisión está llena de concursos claustrofóbicos y de supervivencia) desde “El ángel exterminador” de Buñuel, hasta “Buried” de Rodrigo Cortés donde todo ocurre en el mínimo espacio imaginable, un ataúd. El reto es tan difícil para el personaje enterrado como para el director que tiene que contar su historia.
El reto de mis “pasajeros” es que deben luchar contra su angustia, sus miedos y sus fantasmas sin la ayuda de la tecnología, (algo que hoy es difícil de imaginar) sin imágenes que les entretengan, les informen, o les anestesien. Desnudos, sin iphones, videos de películas, Internet, ipads… condenados a ser ellos mismos, rodeados de desconocidos. Además de la lectura, el arma de los atrapados en un solo espacio es la palabra, la palabra para relacionarse, desahogarse, mentir, mentirse, reconocer que se ha mentido, seducir y ser seducido, compartir, luchar contra el miedo, la soledad y la idea de la muerte. Palabra desvergonzada, patética, artificiosa, divertida, exagerada, frágil, engreída, rota, complaciente, hedonista, libérrima y sobre todo entretenida (que me perdone Borges por usar tantos adjetivos).
Me acompañan en esta aventura maravillosos intérpretes, ahí van algunas fotos de ensayos y pruebas de cámara. José Luis Alcaine será una vez más el maestro de la luz, Pepe Salcedo, el mejor montador soñado y Alberto Iglesias, el compositor de la música.
“Los amantes pasajeros” será mi película número 19. Solo puedo decir que la pasión y la incertidumbre son las de siempre. Me siento como en “Pepi”, pero con más canas.
Pedro Almodóvar
9 de julio de 2012
> PASAJEROS ILUSTRES
No pensaba desvelarlo hasta el último momento, pero si al magistrado Carlos Dívar le resulta imposible mantener en secreto la identidad de las personas con las que come (de lujo, eso sí), yo que soy un simple mortal no he podido evitar filtraciones sobre dos pasajeros ilustres en mi próxima película, aunque ellos no vuelan sino que permanecen en tierra. Me refiero a Penélope Cruz y Antonio Banderas, los dos han accedido a interpretar sendos papeles cortos, con los que se abre “Los amantes pasajeros”. Ambos ocupadísimos, han accedido a venir a Madrid solo para rodar un día, las tres primeras secuencias de la película. Si no sonara tan cursi diría que reboso de gratitud. Me emociona mucho que sean los dos los que abran esta nueva narración, para mí es como si dos personas de mi familia, emocional y artística, le dieran la bienvenida al espectador en mi vuelta a los orígenes, la comedia disparatada, un tono del que me había alejado últimamente.
Todo el reparto está compuesto por actores admirables, pero es cierto que además de Penélope y Antonio, en esta ocasión cuento con profesionales enormes para papeles cortos. Es el caso de Carmen Machi, esa actriz que convierte en spin off todo lo que toca, y Paz Vega, en otro papel corto pero esencial, como ya hizo en “Hable con ella”. A ambas les debo una protagonista, lo digo de corazón. También voy a darme el gustazo de trabajar con la Terremoto de Alcorcón, Pepa Charro, una auténtica diva alternativa que debería haber saltado a la gran pantalla hace tiempo. Otro papel breve, con promesa implícita de trabajo futuro. Ah, os recuerdo que el reparto principal está compuesto por Javier Cámara, Cecilia Roth, Lola Dueñas, Raul Arévalo, Carlos Areces, Antonio de la Torre, Hugo Silva, Willy Toledo, Miguel Ángel Silvestre, Blanca Suárez, José Luis Torrijo, José María Yazpick y Laya Martí.
La película ya está vendida a todo el mundo, y en los países donde el título no admita la doble acepción, gente que viaja y amantes que no lo son de por vida, se titulará “I’m So Excited”. En inglés no hay modo de traducir el título español. Pero además existen más razones, todas de peso, o no, se me olvidaba que pretendo hacer una comedia ligera, muy ligera.
> ALMODOVAR MEDALLA DE ORO DE LAS BELLAS ARTES KENNEDY CENTER
El pasado jueves día 17 de mayo Pedro Almodóvar recibió la Medalla de Oro de las Bellas Artes que otorga el John F. Kennedy Center. Junto a Pedro, también fueron premiados Sara Baras, Plácido Domingo, Paco Peña y Tamara Rojo.
Sus Majestades los Reyes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía, entregaron los galardones en una ceremonia oficiada en el Palacio de la Zarzuela.
>
VIVIR DEL CUADRO
NUEVAS RECOMENDACIONES
Si por cualquier razón estás en Londres hay tres exposiciones que debes ver, la de Lucian Freud, David Hockney y Damien Hirst. Imprescindibles para los amantes del arte y para los amantes en general, incluidas también las personas que han nacido para ser amadas. Y por supuesto los aficionados al auténtico y original pop de los 60 hasta ahora, y para aquellos que algún día se quedaron petrificados, mezcla de fascinación y vértigo, ante las obras más dolorosas de Francis Bacon, y que no serían capaces de vivir con ellas (si heredas un Bacon demasiado fuerte para vivir con él, siempre podrás vivir de él). Los retratos de Lucian Freud son tan fuertes, tan impresionantes, rotundos y emocionantes como los de Bacon, pero además se puede vivir con ellos.
El paisaje que obsesiona a Lucian Freud es el mayor órgano de que disponemos los seres humanos: nuestra propia piel. Toda piel es contemplada y reproducida en su plenitud, ya sea la extensa superficie de la modelo que pesa 150 kilos largos, o la de la minúscula Kate Moss, o el rostro desnudo y levemente enfurruñado de la reina Isabel II de Inglaterra, captada por arte de magia en ese mohín tan característico. No tengo palabras para describir la emoción de estar a un metro de distancia de los retratos de Lucian Freud.
Hockney convalida que él también sigue siendo el rey, el rey del pop. La misma alegría contagiosa de los primeros cuadros de piscinas, la misma inspiración en las pequeñas cosas, o las enormes (ya sea un humilde arbolillo o el Cañón del Colorado), elementos cotidianos.
El edificio de la Tate Modern es tan impresionante que siempre merece una visita. Esta primavera, la cola más larga de su inmenso vestíbulo la forman los que ansían ver la exposición de Damien Hirst.
No hace falta ser moderno, snob, ni petardo para sentir curiosidad por Damien Hirst, basta con que te guste ver bien ordenado un botiquín, o el instrumental de una mesita de quirófano. O descubrir una vez más la belleza de los objetos repetidos. Muchos artistas antes que Hirst se interesaron por la acumulación ordenada de una imagen (Warhol, la valenciana Carmen Calvo) o la acumulación desordenada (Arman). Yo los he imitado mucho en mis películas, y siempre soñé con un atrezzista que me colocara los objetos sobre los muebles con el sentido estético que Damien Hirst derrocha en esta exposición. También me gustan sus empapelados, los de las mariposas caleidoscópicas, para utilizarlos como papel de pared, con precio de papel de pared. Y muchas cosas más, hay un poco de todo, sin embargo la exposición sabe a poco, se queda pequeña.
Pero si uno quiere saber de qué va el mundo del mercado del arte en la actualidad hay que verla. Imagino que a los miles de lectores de “El mapa y el territorio” de Michel Houellebecq, una de las tres mejores novelas publicadas en España el año pasado, sentirán un interés adicional por la obra de Hirst. Para los que no la hayan leído (la recomiendo, es estupenda, aunque puede dar mal rollo), el protagonista, un artista plástico llamado Jed Martin, prepara una obra de gran tamaño titulada “Damien Hirst y Jeff Koons repartiéndose el mercado del arte”. Porque de eso es de lo que más sabe Damien Hirst. No digo nada original, ni tampoco peyorativo, pero sí digno de reflexión, aunque yo no vaya a hacerlo ahora, porque mi único propósito es hacerles algunas recomendaciones. Recomendar me hace sentirme menos solo. Y estas tres exposiciones londinenses son altamente recomendables. La de David Hockney en la Royal Academy of Arts acaba de terminar, pero no por ello es menos recomendable.
Cuando se habla de Damien Hirst, se habla siempre del mercado del arte, del arte de saber relacionarse, y se acaba siempre mencionando a Andy Warhol. Hirst y Warhol son dos artistas muy distintos, identificables tal vez por hacer gala de cierta desfachatez respecto a la función y al trabajo del Artista de nuestros días, que ha ayudado tanto a la mitificación como a la desmitificación del mismo. Un sentimiento ambiguo, cuya existencia (Warhol, Hirst, su actitud frente al arte, y el precio de sus obras) es muy representativa de la época que vivimos. A mí me fascinan, pero afortunadamente también representan nuestra época Lucian Freud, David Hockney y Antonio López.
Animales aparte, los elementos que componen el universo de Damien Hirst no pueden ser más plásticos, los cigarrillos apagados, los fármacos de formas y colores tan variados, los lunares, de todos los tamaños y colores (en España sabemos mucho de lunares) y las mariposas, componiendo figuras geométricas caleidoscópicas. (Este año, la moda de primavera/verano llega plagadita de mariposas. Uno acaba hartándose de las mariposas, pero siempre vuelven). Los diamantes se supone que vuelven locas a las chicas con encantos suficientes como para convencer a los caballeros de que se los compren. Reconozco que no tengo sensibilidad para las piedras preciosas, pero encuentro que a más de un dueño de una tienda de motos le encantaría comprar la calavera (tamaño natural) cubierta de diamantes. Pero no sé si hay motero en el mundo que pueda pagarla. Los cuadros son muy bonitos, excesivamente planos, incluso para una obra pop. Y, como he dicho, adoro la repetición, desde siempre. Recuerdo una exposición en el MoMA, como en el 91, de Warhol. El primer plano de famosa vaca se repetía en la pared, invadiendo varios espacios. Me gustan las versiones que los artistas hacen de la obra de otros artistas o de sus propias obras, las series, o las secuencias de los mismos temas, con cambios a veces insignificantes. Un grupo de Marilynes, Maos, sopas Campbell, coches destrozados en accidentes, sillas eléctricas, etc., no sólo no compiten entre sí sino que se enriquecen con su cercanía, dialogan entre sí.
Hirst utiliza muy bien la idea de la repetición, que a su vez es una idea repetida. Con respecto a la vaca de Warhol, no se conforma con la cabeza, sino que exhibe la vaca entera flotando en formol. También hay un tiburón y una paloma, abriendo las alas, como rogando “no me disparen”, sobre un limbo azul. Reconozco que el Hirst que más me gusta, y me gusta mucho, es el más “cercano”. Exquisito escaparista (y seguramente un buen escenógrafo para una ópera pop), yo le contrataría como asistenta, para que me colocara la multitud de objetos que tengo sobre los muebles, tendría que preguntarle cuánto cobra por horas, porque es un hombre que valora mucho su tiempo, quién no, aunque yo lo utilizaría sólo en su tiempo libre.
Otra recomendación. “Vida y muerte de Marina Abramovic” en el Teatro Real de Madrid. El programa que te entregan a la entrada de la sala acredita después del título “una creación de Robert Wilson, Marina Abramovic y Antony”. Yo añadiría también al actor Willem Dafoe. Un actor es un instrumento, el manido tubo de color que los directores estrujamos sin piedad, justamente para que impregnen nuestras obras de Vida y Color. Además de trasmitir toda la gama imaginable de sensaciones y sentimientos, desde lo más pavoroso a lo más sutil y emocionante, Dafoe, como todos los actores, es un trasmisor de las ideas de los creadores del espectáculo, pero es un mensajero tan omnipresente, omnisciente, despliega tal virtuosismo en escena que lo que ocurre detrás de él, la opera de Wilson, Abramovic y Antony (de Antony and the Johnsons) se convierte en una ilustración de su propio y riquísimo monólogo. Es el narrador, sí, pero es más, mucho más. La obra se convertiría en una colección de bellas estampas sin su presencia. Escuchar su voz, sus múltiples voces, y contemplar el más mínimo movimiento de su fibroso cuerpo suponen un auténtico festín.
Pero hay más voces, las de los que cantan, lloran o gritan, todas inspiradas pero reducidas hasta desaparecer cuando aparece en escena La Voz, Antony, con la cara blanca y vestido de negro. Este cantante inconmensurable revalida cum laude lo que ya había demostrado en cada uno de sus conciertos madrileños. Antony es otro virtuoso, sus cuatro o cinco canciones paralizan en el mejor de los sentidos el espectáculo. Posee un control, una potencia y una riqueza ilimitada. Es en este espectáculo donde ha vuelto a estar más cerca de su álbum revelación “I Am a Bird Now”. Es muy interesante comprobar lo bien que Antony ha sabido acoplarse a un formato y un género que sobre el papel están muy lejos de lo que ha hecho hasta ahora.
¿Y Marina Abramovic? Marina es el principio y el fin de este bello espectáculo, “Vida y muerte de Marina Abramovic” se llama. Marina es la inspiradora, creadora e intérprete del mismo. Y su incansable promotora. El espectáculo no sería posible si ella no hubiera vivido su vida y la hubiera depositado en las manos de otro gran prestidigitador, Bob Wilson.
Esta ópera contemporánea, se convertirá en el germen de muchas óperas futuras, estoy seguro. La única pega, insignificante, que se me ocurre es que al final del primer acto el telón sube y baja con demasiada frecuencia y a intervalos demasiado cortos (entiendo que necesitan tiempo para cambiar el decorado y las luces) pero le quita brío al espectáculo y atenta contra el ritmo, y acaba creando la sensación de que estamos viendo una serie de sketches que no llegan a fundirse del todo.
El texto también es espléndido, más admirable teniendo en cuenta que el autor habrá tenido que sintetizar toneladas de información que la propia protagonista ha debido aportar. No tengo tiempo ni espacio para hablar del trabajo de Bob Wilson, magnífico, en plena forma, escogiendo lo mejor de sí mismo, perfectamente ajustado a esta peculiar obra. La segunda pega es que a veces el público no está a la altura de lo que está viendo. Tengo la impresión de que el público natural de esta ópera no ha podido comprar las entradas para verla. Ocurrió de modo mucho más bochornoso con “Nelken” (Claveles) de Pina Bausch. No sé cuál es la solución, pero me molesta lo poco que hace un espacio tan maravilloso como el Teatro Real madrileño para acercarse a los más jóvenes.
La primera imagen que ofrece el escenario, antes de que la función empiece, es la de tres ataúdes con tres Marinas Abramovic dentro. Y varios perros que entran y salen del escenario olisqueando nerviosos. La muerte y los perros. Esto me recuerda el último cuadro de Lucian Freud, en su exposición londinense. Muestra a un hombre atlético, desnudo sobre una sábana blanca, una cama, supongo. A su lado descansa un perro. El perro tiene muy definida la cabeza y el lomo, el resto del cuerpo se desvanece en pinceladas neutras. Lucian Freud no tuvo tiempo de terminar de pintar al perro, murió antes. Agradezco la sensibilidad de los que decidieron exponer el cuadro, el cuerpo desvanecido, sin forma, sin color, sin detalles, del perro, es una de las imágenes más hermosas y conmovedoras que he visto de la muerte. Junto a la escena de apertura de “Vida y muerte de Marina Abramovic”.
P.D. Es cierto que me hallo inmerso en la preparación de mi próxima película, “Los amantes pasajeros”, nada de “Los amantes breves”, como he leído, ni mucho menos “Los amantes peregrinos”. Hasta ahora toda va bien, los actores entusiasmados y juguetones, como debe ser, de momento no he tenido dolores de cabeza y nos estamos divirtiendo bastante. No tengo tiempo para nada, pero el fin de semana me regalo dos horas para escapar de mí mismo, y de la película que tengo entre manos. Es pronto para hablar.