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Para empezar a hacer fotos en casa y que la práctica te atrape es necesario sentirse solo. Solo en ese tipo de momentos uno es capaz de ponerse a observar la luz que entra por la ventana de tu cocina y que el espectáculo te absorba hasta el punto de coger una cámara e intentar atrapar ese momento y su luz.

 

En principio fue un vaso de cristal y una flor. Unos meses antes me había enamorado de un cuadro de Isabel Quintanilla, a propósito de una exposición colectiva del grupo de realistas madrileños, con un vaso de cristal y una flor. El cuadrito irradiaba tanta emoción.

 

Los bodegones son una forma pagana de altar que reverencia y adora los objetos. Las ofrendas se depositan sobre la encimera y ellas mismas empiezan a sugerir colores y formas con las que sintonizan. Eso es el Pop: encumbrar los elementos cotidianos con los que convivimos y que tienen una función práctica a la categoría de modelo artístico. El bodegón clásico ya eleva a categoría artística algo tan cotidiano como los alimentos que vamos a comer, y a beber. Incluso las odaliscas desnudas, en este sentido, también son bodegón.

 

En cuando al modo de llamarlo, prefiero la expresión inglesa still life, es decir, vida detenida, en lugar de naturaleza muerta, como decimos en castellano. Los objetos siempre están vivos, lo mismo ocurre con la luz, en el sentido de que son susceptibles al paso del tiempo.

 

Estas fotos no están postproducidas, lo que me interesa es la excitación momentánea, estar alerta y captar la emoción al instante. Ojalá esa emoción permanezca en la foto enmarcada, pero realmente me basta con que esas fotos sean decorativas, que acompañen a sus dueños, que vivan con ellos y sean testigos de sus vidas.

 
Pedro Almodóvar.

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